Compartimos un extracto del "Manual de criterios de restauración para la Arquitectura Prehispánica”, del arqueólogo guatemalteco, consultor en restauración, Carlos Rudy Larios Villalta (Universidad Mariano Gálvez, Guatemala). Hemos adoptado plenamente sus recomendaciones como directrices de nuestro trabajo de restauración y conservación en la finca "Casa Blanca" de la Colonia Rusa San Javier, Monumento Histórico Nacional de Uruguay.
EXTRACTO DEL MANUAL
"Manual
de criterios de restauración para la Arquitectura Prehispánica ”. Preparado
para el Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala.
Contrato
de préstamos No. 1820/0C- GU, BID/PDCRBM, 2009
Carlos
Rudy Larios Villalta
arqueólogo
guatemalteco, consultor en restauración
Universidad
Mariano Gálvez, Guatemala
RESTAURACIÓN es un proceso excepcional que busca, en primer lugar, devolverle a un Bien Cultural deteriorado, su estabilidad, respetando su integridad física, estética e histórica, mediante la aplicación de procesos técnicos, ordenados, que varían según el estado actual del objeto. Busca en primer lugar, devolverle al monumento su eficiencia estructural, y por medio de mínima intervención, hacerlo comprensible al observador. Surge del respeto por los materiales originales y las evidencias; no pretende regresar el tiempo transcurrido, o rejuvenecer el objeto restaurado, se limita a darle la firmeza necesaria para que su testimonio histórico permanezca ante generaciones venideras con la mayor autenticidad posible. Se detiene drásticamente cuando empieza la hipótesis.
Institucionalmente, lo que interesa es evitar la falsificación del monumento y evitar justificaciones como la que hemos oído para validar los errores. Se dice por ejemplo: “Al presidente le gusta así” o bien, “La Carta de Venecia es obsoleta” “yo y nadie más que yo tengo la razón pues tengo la razón” “ las normas no son para mí”. En resumen, es preciso que las instituciones del Estado puedan contar con ciertos parámetros que propicien la mínima intervención, que eviten la reconstrucción y que ayuden a la preservación del monumento como un testigo del pasado con toda su integridad y autenticidad, evitando las falsificaciones.
Los edificios más antiguos y representativos de la Colonia Rusa San Javier, Uruguay: la centenaria finca "Casa Blanca" en el año 2017... |
...el Galpón de Piedra, granero de la Colonia Rusa construido en 1915, tal como se conservaba hasta el año 2015... |
...y la Sabrania, lugar de las reuniones religiosas de la comunidad rusa en San Javier, construida a principios de la década de 1930, tal como se conservaba hasta el año 2013. |
MARCO
ÉTICO
Una actitud recta
y consciente de todos hará que la obra antigua pueda continuar proclamando su
testimonio histórico con la mayor fidelidad posible.
De manera
concreta, el equipo multidisciplinario que toca un monumento o conjunto de
ellos, tiene en sus manos la opción de garantizar un testimonio fiel, o bien,
la transformación de ese testimonio en una falsedad. Se debe fundamentar los
criterios que siguen en un principio ético profesional que persigue la
conservación de la obra material como testigo de un pasado lejano pero con la mayor autenticidad. Esto implica,
necesariamente, el sentido de trabajo en equipo y naturalmente, la capacidad
profesional de compartir conocimientos e información dejando atrás el egoísmo y
por sobre todo, manteniendo un respeto estricto en torno a los derechos
intelectuales de los demás.
El critico de arte
John Ruskin dijo algo tan simple y sabio que ninguno puede rebatir: “La
restauración puede llegar a ser una necesidad, de acuerdo. Encarad la necesidad
y aceptadla, destruid el edificio, arrojad sus piedras al sitio más apartado,
haced de ellas lastre o mortero... mas hacedlo honradamente, no lo reemplacéis
por una mentira...” (Ruskin 1963).
Ruskin quizá
exageró un poco en cuanto a tirar las piedras originales o hacer de ellas
lastre, aunque muchas veces así se haya hecho, pero lo que para todos debe ser
una base ética es: “hacedlo honradamente, no lo reemplacéis por una mentira.”
Toda restauración busca la conservación de la obra material por su significado
cultural pero también por el testimonio histórico, de modo que nadie tiene
derecho de transformar el testigo fiel y hacer de él un testigo falso, una
mentira.
La finca Casa Blanca en los años de 1915-1920. |
La finca Casa Blanca en el año 2006. |
MARCO
DE AUTENTICIDAD
Cuando hablamos de
autenticidad se habla además de ética, se habla de honestidad profesional, pues
ésta da inicio con el equipo humano que interviene. Si los profesionales que
intervienen en los procesos de valorización son deshonestos o comerciantes sin
identidad cultural, su obra será igual que ellos, pero si los profesionales son
honestos, auténticos, su obra también lo será. En este sentido, conociendo la
tendencia humana de alterar la verdad, en el caso específico de la restauración
la humanidad a través de expertos ha trabajado en la redacción de documentos
que fijan los aspectos de autenticidad que todos
debemos respetar: la declaración de Nara, Japón 1994 - Declaración
de San Antonio, Texas, USA, 1996 - Declaración de Xi’an, China, 2005 - Carta de
Venecia, 1964.
Carta
de Venecia, 1964: “Portadoras de un mensaje
espiritual del pasado, las obras monumentales de los pueblos permanecen en la vida
presente como testimonio vivo de sus tradiciones seculares. La humanidad, que
cada día toma conciencia de la unidad de los valores humanos, las considera
como un patrimonio común, y pensando en las generaciones futuras, se reconoce
solidariamente responsable de su conservación. Es
su deber transmitirlas con toda la riqueza de su autenticidad.”
Artículo 9 “Tiene
como fin el conservar los valores estéticos e históricos del monumento y se
fundamenta en el respeto hacia la sustancia antigua y los documentos
auténticos, se detiene allí, donde comienza lo hipotético.” De manera literal,
la autenticidad entendida con toda fidelidad, sería la conservación del bien
cultural tal como se encuentra.
La idea no es
buscar la autenticidad en la prohibición de tocar un monumento sino más bien en
que todas las acciones que se tengan que hacer, redunden en la conservación de
la identidad nacional, la historia, y muy especialmente la conservación de los materiales originales
con la mayor autenticidad que las circunstancias y su deterioro nos lo
permitan. Consecuentemente, la ética profesional aplicada a la intervención,
permitirá que el objeto restaurado refleje sus valores auténticos y no
permitirá que se haga una falsificación o que el monumento autentico se
sustituya por una mentira.
Bajo estos
principios y una conciencia clara de las razones que nos asisten para
conservar, el testimonio auténtico de los monumentos podrá trascender la
materia y transmitir un mensaje profundo de tipo espiritual proveniente de una
época remota única e irrepetible.
FUNCIÓN
SOCIAL
Cuando se piensa
en restauración de monumentos, de inmediato surge
como base principal, el turismo y su explotación como base de desarrollo medido
en dólares. Así se vio durante casi todo el siglo XX. Este desarrollo
y bienestar, hace pensar que el objetivo principal de la conservación es el
dinero que por su medio se colecta y favorece el desarrollo de las comunidades
adyacentes, al país entero y mucho más allá (Empresas turísticas nacionales e
internacionales, etc.)
Ciertamente, el
atractivo que ejercen las obras antiguas de esta clase en el mundo entero, es
legítimo y aprovechable para el desarrollo de los pueblo pero, de ninguna
manera puede ser el fin social único que la nación busca. La experiencia nos ha
enseñado que muchos lugares restaurados solo
por el turismo, llegaron a ser modelos de lo que NO se debe hacer.
Algunos de ellos produjeron monumentos que falsifican su testimonio; cambiaron
sus materiales, su forma, su textura, su color, llegando a extremos de
utilizar, por ejemplo, barras de hierro y concreto para reconstruir muros e
incluso su techo abovedado. En otros, se han instalado luces y sonido que
violan los espacios antiguos y transforman las plazas en teatros al aire libre,
exponiendo los monumentos a un mayor deterioro por causa del uso y el paso
constante de miles de personas.
Un monumento, como
la etimología de la palabra lo dice, es un recuerdo... es un testigo fiel de un
pasado lejano que trasciende la materia y nos muestra un pensamiento filosófico
muy diferente al nuestro, ese pasado no puede regresar. Es imposible
reconstruir la sociedad que lo creó y también es imposible regresar el tiempo
que ha dejado su huella indeleble sobre él. En consecuencia, la función social
moderna debe estar basada, no en una función antigua que no puede regresar, ni en el turismo, sino más bien, en un
destino que busque por todos los medios posibles, que ese recuerdo y su
testimonio del cual nos enorgullecemos ahora, sigan presentes ante muchas
generaciones venideras, a fin de que éstas se identifiquen con su pasado.
La función o
destino que se le designe al monumento puede hacer la diferencia entre un
recuerdo y objeto de identidad auténtico y una escenografía
instalada para el turismo. Es más, si el objetivo es conservar el
monumento como testigo y como parte de la historia de la nación, su destino
debe ser el de destacar su significado y valor cultural como testigo fiel que en su materia lleva el espíritu de una sociedad
lejana y refleja su propia historia dando pruebas fehacientes de su
antigüedad.
El tiempo, como el arquitecto que diseñó la ruina, tienen
derechos intelectuales que nadie debería violar,
por tanto, cuando restauramos un monumento y lo completamos con bases
hipotéticas, o con evidencias muy pequeñas, lo que resulta es una falsificación
de la verdad y peor aun, cuando se cobra por verlo, el visitante que pagó por
ello resulta una víctima de estafa intelectual.
El turismo, como
consecuencia, debe ser respetado, y surgir del atractivo natural del testimonio
fiel que los monumentos transmiten; deben ser aprovechados para mostrarlos con
autenticidad material, histórica y principalmente de identidad cultural de
quienes tienen ahora el privilegio de ser depositarios de los mismos.
Es preciso decir además,
que el monumento estabilizado y restaurado con respeto hacia su autenticidad, atraerá el turismo de todas maneras y por
tanto, debe llenar también una función didáctica. Los visitantes locales y del
mundo deben aprender en ellos sus características principales como forma,
materiales, color, textura, técnicas y patrones de construcción antiguas dentro
de un marco auténtico.
Primer Molino de aceite de girasol en Uruguay, construido por los fundadores rusos de San Javier en 1915. |
El Molino, en el 2014. |
CRITERIOS
DE PROCEDIMIENTO Y MÉTODOS DE RESTAURACIÓN Y CONSERVACIÓN
De acuerdo con la Carta de Venecia, en su
artículo 9, “La restauración es una operación que debe tener un carácter
excepcional. Tiene como fin conservar y revelar los valores estéticos e
históricos del monumento y se fundamenta en el respeto a la esencia antigua y a
los documentos auténticos”. La restauración es una herramienta de conservación,
pero como toda herramienta, debe ser usada con un gran respeto por la esencia
antigua, su historia y la documentación auténtica. De lo contrario, la herramienta puede transformarse en un objeto de
alteración o destrucción.
La conservación es
una obligación del Estado aceptada legalmente pero, cuando se restaura y luego
se olvida que los monumentos necesitan ser conservados mediante acciones
constantes, y las acciones se limitan a la explotación turística más algunos
trabajos cosméticos de mantenimiento y limpieza en las rutas turísticas, el
resultado es una nueva destrucción.
Marca
de nuestra época
La humanidad
actual, ha llegado a comprender con alguna claridad lo que significan los
derechos de autor, ha legislado en torno a esto y existen sanciones para todo
aquél que usurpe ese derecho... En un monumento arquitectónico, existen dos
autores intelectuales: Primeramente, el arquitecto
y pueblo que hizo realidad la construcción y en segundo lugar, el tiempo que imprimió su huella en las
edificaciones e hizo de ellos ancianos, testigos fieles de un pasado
irrepetible y único. Basado en esto, y sabiendo que el objetivo de la
restauración es preservar los valores estéticos e históricos, el restaurador moderno no debe alterar la composición
arquitectónica ni tiene derecho de borrar la historia. Si lo hace,
estará violando el derecho intelectual, tanto del arquitecto constructor como
del tiempo.
La marca de
nuestro tiempo, a la luz de las premisas planteadas, resulta un elemento
ineludible, pero, debe ser discreto, legible en un examen minucioso, cercano.
Si las partes complementarias se integren armoniosamente al resto del
monumento, entonces, el cambio de materiales, textura, forma y color, deben
evitarse y colocar marcas que no alteren estos factores. Aparte de ser
reconocibles, deben ser el mínimo indispensable para hacer claras las
características originales y la autenticidad del monumento. Cada restaurador de
acuerdo con las características propias de cada edificación en ruina, en
acuerdo con la institución oficial responsable de la conservación decidirá el
tipo de marca sin olvidar que toda alteración de forma, materiales color o
textura, altera el diseño original, viola el derecho intelectual del autor y
puede dar una imagen errada de lo que fue.
Si los
complementos rebasan los límites de la evidencia e incluso son mayores que los
restos que se pretende complementar, falsifican
la obra y podría ser un objeto que se vende al turista por su espectacularidad
y atractivo, pero no por su autenticidad.
INCLUSIÓN
Y PARTICIPACIÓN DE COMUNIDADES ADYACENTES
Como parte activa
del manejo o gestión de lugares históricos las comunidades adyacentes deben
jugar un papel preponderante pues serán ellas las más beneficiadas con el
desarrollo y puesta en valor de los sitios cercanos. Pero es más, las
autoridades de gobierno son constantemente cambiantes, las comunidades son
permanentes, si ellas se organizan, se les capacita y luego se involucran en la
conservación de los sitios, pueden ser colaboradores apolíticos permanentes y
mejor aún, si viven del turismo, comprenderán que si los monumentos se dañan o
se transforman en falsificaciones, la
prosperidad también puede terminar.
CONCLUSIONES
Los derechos
intelectuales del arquitecto que lo creó y del tiempo que transformó la obra de
arte en una ruina, no facultan a nadie para
cambiar la historia, o borrar las huellas del pasado sustituyendo faltantes por
mentiras. De modo que, éticamente, la restauración debe respetar la
composición arquitectónica y sobre todo ser armónica con los restos de ella y
la naturaleza, evitando a toda costa usar la hipótesis como base para realizar
complementos.
La ignorancia de
los pueblos acerca de su pasado, provoca que no se sientan parte integral de él
y no se identifiquen con su historia. Lo explotan solamente como una fuente de ingresos, con egoísmo, sin
preocuparse por su conservación ni del futuro de las generaciones venideras.
Cuando un pueblo
conoce su historia, fácilmente se identifica con su pasado y lucha por la
conservación de sus valores, ve el turismo como una ganancia extra, pero sabe
que esos valores los debe cuidar para que la ganancia extra sea sostenible y
continúe siendo beneficio para las generaciones venideras.
La finca Casa Blanca continúa su lento proceso de restauración, año 2017. |
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© 2009 Texto: Carlos Rudy Larios Villalta
© 2018 Fotos: Nicolás Golovchenko Villagrán
(Museo de la Diáspora Rusa "Casa Blanca")
Los textos y fotografías se pueden citar indicando la fuente.
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